La intimidad del color
Azul. Azul ultramar, se funde con otro azul, el de talo, mas verdoso. Azul que corre como ola. Se desplaza y hace un mar. Amarillo, de cadmio medio. Sol incandescente, arena cálida, farallón. Anaranjado, de cadmio, aumenta la temperatura, la intensidad. Blanco, de titanio, las estrellas, el viento, la corriente, la espiral. Apenas un rojo, un rayo, y después el otro, mas oscuro, una herida. La frase está hecha, el paisaje, un universo. A veces es suficiente, a veces es solo el comienzo para añadir luego capas de materiales y hacer mas compleja la imagen. Construyo mundos dentro de mundos, que abren ventanas a la imaginación con pintura, con tela, con papel, con prismas, con vinil. En otra parte de la habitación, los lápices, la biblioteca, las piedras transparentes. Gotas de luz sobre la pared. Las hojas que se repiten en la jardinera, el orden vegetal. Los sonidos, las texturas. Lo de adentro y lo de afuera, en respiración conjunta, en ósmosis. Lo íntimo en exaltación, nunca la quietud, nunca el silencio.
El color es el hilo conductor de mis pensamientos visuales. Mis recuerdos de infancia están signados por el color, esto es lo mas íntimo en mi ser. El color, y lo lúdico. El encuentro de la varita mágica, y la transmutación de elementos en imágenes. Las flores: el coral de la india; la patineta roja, las esferas sólidas azules, verdes y rojas, el lago. Reencuentro con el alfabeto de sensaciones básicas, para reproducir atmósferas. Enamoramiento con lo que va surgiendo, porque viene de muy adentro. En ocasiones disgusto con lo que va saliendo. A veces amoroso, a veces extraño y perturba. Expulsión de un cuerpo propio que estaba contenido, en gestación, e inexorablemente destinado a materializarse. Cada pintura es un pensamiento, un afecto. Es interior. Es privada. Cada pintura, cada obra, revela mis deseos de estar rodeada de flores, de auroras boreales, de dulces, de lo pastoral, de libros o bosques, de adjetivos y sustantivos relacionados con lo sublime, lo espiritual y también lo cotidiano. Recreación de pequeños paraísos propios. Expectación de ver cielos estrellados, de tener en los ojos la naturaleza. La poesía, la música, el color. La sinestesia, que permite construir imágenes con la resonancia necesaria, de modo de convertir lo secreto en acto y objeto artísticos: la poesía dulce, la música suave, el color cálido. Trasvasar, diluir, mezclar sustancias provenientes del alma, de la memoria, verterlos en el espacio, de dos, de tres, de cuatro dimensiones. Recuerdos de lo que se ha visto, gustado, escuchado, lo que se ha tocado y aspirado. Intercambiar la naturaleza de estas evocaciones, y transformarlas con los instrumentos que nos identifican como entes creadores, en obra de arte. La fabricación y tejedura de la materia onírica que se torna lenguaje personal es un trance individual, guiado por el conocimiento, por la educación, por la información. La reflexión verbal puede acompañar todo este procedimiento creativo, pero en mi caso, dicho proceso es por lo general no-verbal, y se desenvuelve en otras zonas del cerebro que contienen lo abstracto y lo espacial, y sobre todo, lo intuitivo. Ahora la duda, ¿por qué mi producto es una obra de arte?. Por qué los otros, que saben, dicen que esto es una obra de arte. No es cocina, no es literatura, no es ciencia, no es carpintería, ni jardinería, aunque tenga de todas ellas. Lo que yo hago es un objeto, una idea, un concepto, que se encuentra en el cercado de una disciplina llamada Arte. ¿Será porque proviene de una energía especial, diferente? En todo caso, es lo que me provoca hacer y quiero seguir haciendo, y ver hasta donde llego por este camino luminoso que se orienta como péndulo entre el cosmos y los jardines. La voluntad creativa desde lo profundo e íntimo de nosotros, artistas, seres sensoriales, intelectuales y lúdicos, produce con frecuencia estados eidéticos. Despierta… mas bien entre-dormida, proyecto cada cierto tiempo frente a mi, imágenes que son espectáculos visuales, que no existen en la realidad pero las estoy viendo: un carrusel de formas simples con colores fuertes que giran sobre mi, una flor que se desprende de la pared, crece, abre sus pétalos y levita delante de mis ojos, un hipopótamo que posa su cabeza en mi cama, un tigre que salta del collage Selva Mater y se escapa, un cristal que flota en el cuarto y alumbra discreto. Lo íntimo es permeable. Es susceptible de modificar su receptáculo por estímulos externos. La pulsión hacia el orden particular de una propuesta plástica, un pequeño collage, una pintura de grandes dimensiones, una intervención cromática en un espacio arquitectónico o natural, sean obras efímeras o permanentes, se alimenta de otras manifestaciones sensibles, estéticas, diseñadas por el hombre o la naturaleza. De una película inteligente y amorosa como Amelie, de un libro rico en personajes e historias de la India, de una torta de plátano con papelón, Bach a cualquier hora, reposar en una hamaca nativa, obras cada una de ellas de intimidades específicas que tocan a humanidades enteras, permitiría afirmar que lo íntimo es a la vez común en muchas de sus variables. El asombro ante la Gran Sabana, ante los arcoiris que se forman con el sol a nuestras espaldas, ante un pájaro en una rama con su intranquilidad; todas obras de Dios, testimonio contundente de su existencia y motivo para el mas entrañable gozo que nutre las fuentes generadoras. Como un mapa genético, lo íntimo en cada creador tendrá sus propias características determinando hacia donde se orienta su propuesta artística. Una intimidad oscura lleva a una obra oscura, una intimidad luminosa lleva a una obra llena de luz. O tal vez no. ¿O quizá intimidades en sosiego produzcan obras torturadas? O golpeados por la realidad circundante producimos obras que comunican dolor, o que revelan certezas como reacción inversa, o mueven a la introversión. En mi caso, me he inventado una casa de la pintura, con sus jardines, sus ventanas, para protegerme de la ironía y crear sobre lo bello del universo, aunque así me distancie de la tendencia del arte actual. Deseo que mi trabajo sea leído y disfrutado por otros. Tomando palabras de mis amigos, primero Hanni (Ossott): “Vi a Patricia realizándolas y me pareció eran el gesto de un niño simulando escribir. Tuve también la impresión de que se trataba de un pintar con el cuerpo, como si la nerviosidad de las líneas estuviera comprometida con la danza de las manos.(…) Patricia en otras oportunidades me ha hablado de su pasión por lo lúdico y por la alegría del color. Creo que la pasión por el color se produce aquí como festividad, como danza, como ejercicio.” Después María Elena (Ramos): “En sus sueños los objetos cambian, simultáneamente, de color y de forma. Las cuentas se vuelven estrellas, lo opaco se ilumina, lo mate se vuelve iridiscente.(…) Pero necesita volver a desplazar los dedos, recordar vivencialmente los tiempos y los placeres infantiles de las dáctilo-pinturas, y busca entonces el acrílico que le permite, además, transparencias, creación de nuevos colores.” Luego Roberto (Guevara): “Ella misma produce o encuentra fragmentos de la materia para sus grandes pinturas / collages. Con toda intención elabora esta materia prima que tiene su propia carga, luego la emplea para componer otras visiones barrocas, suntuosamente abigarradas de sugerencias y solicitaciones cromáticas, donde el espectador se mueve dentro de universos en formación…” De nuevo, en contacto con lo íntimo, elijo la tijera, la mas afilada. Por otro lado tomo un cuadro, ya pintado y desprendido de su bastidor. La tijera va cortando esta tela, no me duele. Me alivia saber que va a ser aprovechado aun cuando no mostraba cualidades suficientes para ser una obra. Quiero entonces recortar una forma particular, de una cierta parte que me interesa, por la disposición de los colores, por sus veladuras, por su matiz compacto, un paisaje en miniatura que será insertado en un panorama mas amplio. Estas piezas luego se apropian de la inmensidad como un cardumen de peces, o los lomos de libros en la estantería, o las ventanas en un edificio. Unto de cola plástica mis dedos que están forrados con guantes de latex, como quien cuida y cura, y se la paso al dorso de la forma cortada. Luego la poso y pego sobre el cuadro de fondo, limpiando excesos con un paño húmedo. Así se va llenando un cuadro con otro, de otros, y cuando todo esta en su sitio, fluye su lectura. Con frecuencia sufro desazón porque pierdo la perspectiva de una obra, me saturo y no la veo. Me angustio, y este malestar invade el día. Puede que esa misma pintura, pasado el tiempo, me parezca resuelta. O le parezca resuelta a otros, y confío en esos juicios ajenos, de vez en cuando. En algunos casos, tiempo después, pienso que todavía no está clara su identidad, y con sensación de vértigo vuelvo a trabajar sobre ella. No digo terminarla, porque esto no llega nunca, solo una aplicación mas de amarillo, y armonizará, entonces sé que será difícil superar esa orquestación, la dejo tranquila y me desprendo. Pero a veces las trabajo tanto que las pierdo. Antes las botaba a la basura, ante el horror de algunos, ahora me sirven para ser recortadas. En todo este proceso, afirmar que crear es el producto de la inspiración, parece superfluo. Es mas bien la premura ante una fecha de entrega que una urgencia en expresarme. O será la conjunción de ambas. Pintar es entrar en el mundo absorto de la creación pura, del íntimo contacto con lo extraordinario; es aprovechar la capacidad de extraer de adentro el imaginario, para que, una vez afuera, sorprenda, conmueva, conmocione a quien esté en adecuada receptividad a mi lenguaje. Yo veo allí: un molino de Castilla, una mina de rubíes, una lluvia submarina, un jardín con cerca, un párrafo, una liebre saltando, un claro en la floresta, el sol en combustión, la vía láctea, costas nórdicas, una palmera nocturna, una selva exuberante, siembras, patios, ventanas, cayenas y tulipanes. ¿Qué ves tu? Patricia Van Dalen, septiembre 2003
La intimidad del color, texto especialmente escrito para el |